jueves, 13 de diciembre de 2007

Se ausculta sombra en Maternidad

17 de noviembre, 2007, Xalapa Ver.— Rintrah persevera con generosos pasos sobre las lindes oscuras de nubecina ciudad mejor conocida como páramo de nómadas frustrados y sedentarios por convicción. Una cierta inquietud y una calma se fraguan en el vaho invernal. Un hecho ha cismado a la comunidad literaria: una sombra suburbana, identificada bajo el título del Mejor Tercera Base de la Edad Media, fue avistada en las afueras de una casa de la calle Córdoba, frente al Hospital de Maternidad, donde dan a luz entrañables mujerzuelas a sus futuros bandidos, doctoras a sus médicos frustrados, las parteras conocen la ruina, y adonde poetas precoces engendran diegos, manueles, ramseses y fernandas cada día o, por lo menos, cada tercer día. En especial cuando hay luna llena. La luna siempre es importante.

Se cree que se trata del ingenioso y jamás encontrado Archimboldi, un novelista venido a poeta de nación ítalo-alemana, pero cuya figura deja la doliente certeza de haberlo visto batallando en una serie gángster de los años 20, ab latum de Humphrey Bogart, portando un revólver con ruleta dorada —casi imperceptible por la falta de colores ya resarcida en series contemporáneas (Mi bella genio, Hechizada, Los locos Adams, etc.).

El evento fue captado por un temerario escritor anónimo que se ha negado a revelar su identidad, cuya voz se adivina cargada de un acento fuereño y delicadeza refinada en el habla, ciertos dejos de crítica aguda y una manía por referirse a literatura rusa mientras conversa por teléfono. Dicen que es conocido por la comunidad jalapeña por sus siniestras relaciones con El Diletonto.

La lúgubre escena, captada por la madrugada del día de hoy [17 de noviembre del 2007], se desenvuelve de la siguiente manera: en la reja de un garage, donde una luz encendida proyecta contra la cámara su despavorida luz, un hombre delgado de estatura considerable que porta una boina abre con cautela (o lentitud) una cadena que impide el paso a la casa cuya entrada se halla mas allá del automóvil, a un costado del garage. Una risa macabra, acompañada por una canción de los Ramones, nos insinúa el tipo de observadores que se encuentran alrededor. Seguramente todo un regimiento de darketos y punkies chafas ataviados con los mejores trapitos de Fábricas de Francia.

Pero el asunto no cesa ahí: alguien incita al registro de semejante evento bajo el argumento de que se trata de “documentos históricos” (sic). Luego risas y más risas. Otra vez risas y farfullos de un adolescente. Con las risas: la oscilación de la cámara-teléfono. El individuo que es capado in fraganti ingresando a su casa manotea incitando a la partida de los observadores. Parece ser que se conocen. Luego comienza a conversar con su sombra a la distancia. Tal vez los responsables de la grabación alcanzan a escucharlo. Al fin se decide a entrar y ¡oh sorpresa! Su rostro se descubre frente a la cámara gracias a la luz del garage.

El atrevimiento llega más allá: armado de valor, nuestro camarógrafo se apresta a bajar del automóvil que lo resguarda para una toma frontal y decisiva a la cara del sospechoso escritor de fina pluma —quien ha extraviado las llaves de su casa, según parece.

Esto parece responder a una nueva ola. Por alguna extraña circunstancia, han quedado registros curiosos de ciertos poetas aparte del ya mencionado. Para mayores informes, favor de visitar los siguientes links de Internet: http://es.youtube.com/watch?v=BtLVAPxznRM, http://es.youtube.com/watch?v=O_PCyA75vfo&feature=user, http://es.youtube.com/watch?v=GtzigYgy-Wo&feature=user.

(Claro, bajo su propio riesgo.)

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