viernes, 14 de noviembre de 2008

Poemas

Luis Miguel Cruz



De navegaciones

Dormido

ciego sordo y muro

ojo adentro de mi ojo

poza adentro de mi poza

nada una mujer desconocida,

verde que no dura Nilo

del que bebo origen cada noche.

Árboles corren en mi frente sus grabados

la mano sueña que escribe

extiende al buró una joya

envuelta en papel mojado,

y vuelvo al agua en amada tutela conducido

bajo un aire favorable.

De El sol del horizonte oriental




Agenda 2007

Escribir:

Tatuar en el hueso a la belleza

da a la carne confianza necesaria:

reposarán los huesos en la naturaleza más benigna.

Cantar dos odas:

la que cifra el laberinto humano,

y el gesto devuelto al final del baile.

Entrar al corazón del bosque ya sin miedo a las aristas

y evaporar el cuerpo suavemente,

que el corazón menos sanguíneo

se desvanezca en un paraje de los bosques.

De El sol del horizonte oriental



La muerte debe ser una experiencia limítrofe,

como llegar al fin del mundo cuando la tierra era plana

o como llegar a París después de haberlo soñado veinte años.

La tumba, es la cumbre más alta de los huesos

desprender la última miel en el rumor del aire.

Morir será, el arte de salir dejando el equipaje

el arte de despedirse de todos y de todo

cambiar la cama en un diálogo con ángeles,

ser piloto de un avión de invisible locutorio.

Será, como besar la piel del tigre por primera vez,

morirse debe ser,

adiós imposible adiós

oler la flor con el pétalo del ojo,

morirse, eso, el exterminio total,

debe ser una memoria papel china

donde corran todos los recuerdos

antes que se los lleve la ventisca.

Pero la muerte, no es eso nada más.

De Tres recuerdos de mi muerte



El estado más puro de nuestra vida

es el adiós.

Peter Dubai, “Campanas apagadas”

Cuando muera, los árboles se moverán de sitio

para ir al lugar donde está la memoria,

el cielo devolverá el azul que nos robó en la infancia

blandiendo el corazón como una llama ardiente,

los héroes que fui habrán gozado de su fuego,

los mártires también, serán recompensados,

el mal hijo será hallado bueno,

agua y nubes se moverán desde lo alto hacia lo bajo

sin saber del cielo o el infierno.

De Tres recuerdos de mi muerte



Todavía busco tu rostro entre los rostros

aún cuando cayó la aurora de la carne

y estamos más cerca de los huesos

en el viento fresco del otoño.

Todavía busco rescatarte

como a una semilla que yace lejos

sembrada en otro viento

y nadando a contraparte.

Todavía me dan ganas de perseguir

tu huida, como a las niñas en primaria

y sacudirte por los hombros

hasta que de tus ojos en blanco

broten los tesoros, los augurios,

los más sencillos fetiches de la infancia.

Todavía me dan ganas de enfrentar tu blanca estatua

con mi pecho, en silencio desbocado,

y amenazarte de ruptura con mi voz de terremoto.

Me dan ganas de decir: en dónde estás

salte de esa vieja figura de mujer,

te buscaré entre las que eres

en un trajín de ropa y rostros fríos.

En algún sitio debes estar

sentida de amor.

De Cartas a la extraña



porque es cierto que el olor de la gardenia

aquella tarde que tu cuerpo se incendiaba

hubiera bastado para creer en el camino

hacia las moradas dulces

a las que nos conducía el crepúsculo.

En mis ojos iba el emperador de los amores.

Besos/ de pies hermosos/ saben a duraznos

que duermen, a un estomago enamorado,

a una boca que no se ha de olvidar. Extráñame así,

aunque pasen los años con fieles bisturís

cortando adentro, aunque las playas sean

inmensas explosiones de humedad y azoro,

y en los caminos de regreso

me invada la sensación de que una trama continúa,

inacabada, reencarnada, siempre viva,

como cuando era lo mismo aún no conocerte.

Ya te esperaba entonces, ya eras la misma,

ya eres la misma.



II

Pero tal vez la historia no es así

yo te traía del brazo, es cierto,

te traía danzando en medio de la promesa

tus ojos me miraban engrandecidos,

yo era férreo y mi sangre era salvaje,

mas lo ocultaba,

mis potros venían desde Gengis Khan para correr llanuras,

y hoy, que traía a la princesa,

lucían sus mejores trucos

su pelaje más radiante.

Pero el tiempo nos iba dividiendo

y tú ibas afirmándote un poco más arriba

con tu amor que ya era un río

descendiendo suavemente hacia mí,

y yo me oscurecía por estos caballos indomables

que en mis párpados fermentaban la sentencia de un regreso.

Cuántos amantes/ más tarde de mí mismo/ no odiaron

dejarte en aquel aire,

por unas noches

de revivir un trote

que tal vez nunca existió.

De Cartas a la extraña



I

Ese día sobre la piedra

piedra eran tus ojos

piedra era el momento detenido

en el que también los pájaros

eran parientes lejanos de la piedra

dos cuerpos frágiles sobre la piedra

en un momento que guardo duro como piedra

piedra el umbral que penetramos

para habitar la piedra del agua

la piedra de aire

sobre la piedra

del agua que corre

para que nos recostáramos en la piedra piedra

para que la piedra de tus ojos

penetrara un tiempo que acaso sería piedra

si no se extendiera duro y ancho

como el aire



II

Y yo que te prometí un te amo de piedra claro hondo y duradero

a la fecha lo cumplo como arena dispersa, dispersa en la noche,

como reloj de arena que tu cuerpo ya tañido me reclama.

Ahora tus muslos entran en mí

con la dureza de aquella promesa

tallándome insistiéndome a habitar en ella

y no me da tiempo de decir

oh cuán luna hay en tu piel caliente

así que esta era la trampa que encerrabas durante el día

bajo los vestidos floreados y silencio impertérrito,

luna caliente de lago oscuro y subterráneo

clavándome en la noche inolvidable

con más fuerzas o iguales

de las que mi promesa pudo suponer

De Nuevos poemas



Así tus talones

herederos celestes

colgando arriba de la cama

son pétalos del miedo

aun para este olfato

venido de las sombras

De Nuevos poemas



Día de lluvia

Escucho los relámpagos

como derrumbes de un gigante

en el cementerio solo

el roce de alguien leyendo en sombras.

Escucho todo lo mínimo arrastrándose

los rumores subterráneos de mi cuerpo

las cortinas inflamadas

los perros ladrando en el barrio del templo desolado

el aserrín cayendo en el taller del carpintero.

Escucho cada ruido ínfimo, solitario, sigiloso,

y me pregunto,

cómo se logró hacer de todo esto

una guitarra.

De Nuevos poemas



Imán

No me atrevo a renunciar al lenguaje cotidiano,

a amurallarme con palabras

que sellen con distancias la torre de mis ojos

No me atrevo a dejar de intentar tender un lazo

un fino camino para invitar al visitante,

una voz dicha por un cuerno solitario

apuntando al oído ciego de dios

o a la espuma de mujer en fuga

tras la avalancha de ciudades,

como si pudiera colocar una sentencia

que señale el sueño de los prófugos.

Así, minuto a minuto labro conjuros,

lanzo al aire amenazas que disperso,

seguro, orgulloso, magneto,

recorro mi terreno

seguro de que a alguien faltará mi corazón.

Magneto de mi calle solitaria.

De Nuevos poemas



Un regreso

Ahora sí Héctor ahora que descansaste de tu mujer

que has ganado aplomo

y vienes juvenil, aunque también has muerto,

irás a buscar a la mujer que te abandonó

en plena enfermedad

y le declararás tu amor

con total seguridad

De Nuevos poemas



Mi madre en viaje

Nos besamos con luz extinta, amor,

ya que los cuervos nos sacaron los ojos.

Sentado entre luciérnagas escucho el río,

el río de Heráclito más nítido que nunca,

y mi madre yace entre velas

grandes velas como estatuas,

hemos detenido un instante a la Ofelia

que partirá con este río.

Azules y lejanas, parecen decir: ¡vida acá! ¡vida acá también!

El frío en la carne es dulce

como los párpados de la muerte

Mi padre dormirá en el suelo por primera vez

viudo

dormirá a mi lado como un perro

Besarnos ahora es tan difícil, amor,

cuando la vida es tan corta y potente.

El beso será ayuno del deseoso,

la amante, lo palpitante y casi muerto

¡Que todos muestren su alma

o se confiesen animales desamparados!

Toda la mañana latieron las campanas

y por primera vez toqué el cielo con mis manos

De El sol del horizonte oriental



Mi madre atrás del agua

Si se pudiera desear el Paraíso a alguien

mi madre en su visita

sería Una,

no la que sufrió.

Si pudiera recoger dos sílabas de lejanía

como dos cuentas caídas

de una luminosidad arriba,

una moneda aseguraría el viaje.

El agua refleja el cielo mudo,

el cielo la ambigüedad del agua.

Cuánta lluvia caerá, cuántos años,

mojando el cuero, lavando los ojos,

cuánta lluvia llevaré como carga al final desembarcadero,

para saber que el mundo hizo bien

y que la madre yace segura

y a salvo.

De Nuevos poemas



Nos lastimamos con los bordes

en un ocaso

que no imaginamos en la infancia.

No hay música fuera del Edèn,

aunque yo sea una nota y tú otra,

nos toca hacer en soledad la música

para esta tierra despoblada

De Cartas a la extraña



Después de ti

velé dos carbones de santuario

hasta que el anfitrión de la noche perdió tus ojos

entre tanto diamante en bruto.

Ya no hay flamas detrás de tus párpados, lo sé,

te ha sorprendido la vida con las venas intactas y cuidadas

con tus libretas libres de polvo en la habitación fresca,

y es triste que un día te imantará ese suéter

donde el amor es un perfume imposible de lavar,

y sacarás la ropa con cuidado, una por una de su cesto en la azotea

y una a una las pinzas se te enredarán entre las sábanas

bajo un cielo que es tu casa insistes, que es tu padre,

cortarás luego en tu sala una manzana con esmero.

Un día tu prisa morirá bajo la lluvia

como un camino que detiene su marcha,

y tu garganta cantará en la madrugada

lo que la almohada reza sin tregua en el oído

todo el día será canto

el ave que sobrevuela la ciudad pintará un gris

como dos aguas que de pronto se mezclan en alta

trémula y callada plata.

De Cartas a la extraña

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