Cuartel de invierno
(fragmentos)
1
Recuerdo un camino encharcado y lodoso
durante el verano
y con polvorientos terrones entumecidos
en el invierno
recuerdo que conduce
al lugar eminente de esta rica comarca
hablo según recuerdo
días dispersos que escapan hacia atrás lejos
hablo de cosas de la tierra y del agua
de imaginaciones del viento
de la gracia y del gozo
hablo de la noche.
2
junto a la roca gris
mora el estanque
verde y vivo de luz del musgo de la piedra
va iluminando el huir de la tarde
insensato narciso invertido
que supone puede dar color
un pájaro invisible
en oscuro follaje
se embriaga con el solo que improvisa
por una misma estrella
el cielo bajo se encapota
con negligentes nubarrones
viene el perfume del hueledenoche
vamos
es la hora.
3
palabra de barro
hilo de agua entre piedras calcinadas
interminable procesión
piernas columnas de alabastro
en la casa del sol
palabra de jade para el ritmo jadeo lunar
afiladas sílabas de obsidiana
encandilado instante
para el latido que aquí corresponda
del insondable corazón de la noche.
4
porque gusté del pan y el vino de la amistad
sobre finos manteles
con refinado gusto ornamentados
o sobre escuetas mesas de palo
o a ras del suelo primigenio
ahora no sé si aquellos congregados
alrededor del fuego de esa casa
están allá al final del camino
como asientan papeles fidedignos
intentando esta voz fragmentada
o soy yo quien espera
definitivo y solo
su procesión de sombras vivas
todavía persiguiendo
su placer su poder sus incontables sueños
el pan el vino y aquel fuego.
5
mandarinas de seda lustrosa flotan sobre lo negro
junto al quinqué acodada sobre el brocal del pozo
tú damisela insomne de terrenal anunciación
sabes que hay un verdoso coralillo imantado
en el lindero oculto de los palos mulato
oh amor incurable menesteroso
lóbrega válvula mitral
la sempiterna estrella tiembla de nuevo en el espejo
de la estancia vacía
gravita el firmamento sobre el agua
viaje a la noche sin regreso.
6
vuelves roja y ardiente luna navegante
pez de lumbre en el agua de tus ojos
desnuda
sólo como tú misma
más allá de los nombres que te velan
por un mojado cielo conversando
de tibia luz o dátiles caídos
al fondo de los ojos mil estrellas
una es todas para mí
porque todas eran ninguna.
7
un hombre está sentado en una silla
en medio de la tarde
despidiéndose de un brazo
que acaban de cortarle
¿quién es este hombre?
¿puede hablársele?
¿por qué está sentado en una silla
en medio de la tarde?
¿es acaso evidente
o demostrable
que esté en verdad despidiéndose de un brazo?
¿no será más bien de algún pariente lejano
que llegó desde tierras remotas a visitarle
y que acaba él sí de ser separado certeramente de su brazo
en otra tarde?
¿cómo podemos estar seguros
que no son un millón de hombres o incontables
sentados en un millón de sillas
en medio de un millón de tardes
despidiéndose de un millón de brazos
que acabarán sin ambages
oh por supuesto tú también noche oscura del alma
por cortarles?
yo no lo sé
ni el bufón ni el ciego con su palo
ni el vendedor con su canasta
pero y ustedes
no me vengan ahora con eso de que son los que están
realmente sentados en sus sillas en medio de sus tardes
despidiéndose de sus amados brazos que a fin de cuentas
ni les cortan ni nada y así qué gracia
oh doncella
mira el crepúsculo cómo desciende turbulento
con sus nubes violáceas sobre la sierra madre
sólo tú entre todas
caminarás mirando la estrella solidaria
mientras repican destempladas a lo lejos
las esquilas de los rebaños que regresan a la majada
tú sola escucharás esta irrefrenable voz diciéndote
que hay un hombre sentado en una silla
en medio de la tarde
despidiéndose
como en los dibujos que hacías
cuando tenías colochos y siete años
de un tren que pasa
rodando lentamente
con sus ventanitas iluminadas
en la negra soledad de la montañas.
1 comentario:
Me avergüenza confesar y no, que apenas descubro a Ramón Rodríguez. Me felicito por ello y a Luna navegante por su nombre y la poesía que comparte.
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