jueves, 4 de agosto de 2011

Más poemas de Ramón Rodríguez



Cuerpos en movimiento



Combatimos sin casco y sin loriga.

Enrique González Llorca


9


Piedra rodante eres

piedra

sin oficio ni maleficio

dispón el espacio

dentro del instante que vuelve siempre

serpiente que se muerde la cola

de tiempo a tiempo vive

la soledad no es mala compañía


hablo de ti

sigue danzando.



10

Cuerpo

a cuerpo

las velas replegadas

y la impedimenta tirada

en la arena caliente

táctica y estrategias

para lograr perder de modo total

disuelves al fin

con la complicidad de un astro labio

la imprecisa línea del alba.




11

Al pie del manantial de los jóvenes amantes

no me recuerdes demasiado pronto

llega puntual entonces

a contemplar por vez primera

junto a la mesana

bajo los mástiles

entre los obenques y las arboladuras

la temblorosa constelación

que hasta aquí

y hasta ahora

a esta ardorosa guerra nos condujo.




12

Olas que sueñan

sobre el río de sombras de tu sangre arriba

olas que hablan a solas

y no por cierto de lo que te dicen

tus arúspices y tus astrólogos

avezados semiólogos avant la lettre

sin embargo

he aquí renacido el enigma

llamarás y apagaremos el fuego luego

luego llamaradas de fuego nuevo.




13


—Hypocrite lecteur, —mon semblable, —mon frère!

Charles Baudelaire


Rota

la aljaba

plañidera llora por mí

qué palabra queda

para digna del blanco silencio

ojo u hoja esencial

hosanna

al fin ganas perder


hipócrita hacedor

tu similar mi doble.




14

Escúchame romano

humano fui

todo

hubo de serme extraño.



15

Hermano trovador

escucho tu canción

han hostigado demasiado

al yo que tiempla tu negra lira

ajusta el diapasón

y muere

sembrado en el rumor

de copas y botellas

florecerá tu melodioso cadáver

entre rítmicos responsos de cucharas.



16

La eternidad de hoy no la de ayer

para el equinoccio de primavera

haga dorar los frutos

de idénticos perdidos combates venideros

tocata del herrero

la sangre deslavada

los nueve barcos

desorientadas aves agoreras

calafateando la brisa del poniente

sal mar de sus ojos sal.

lunes, 18 de julio de 2011

Poemas de Ramón Rodríguez V

Cuartel de invierno

(fragmentos)


1


Recuerdo un camino encharcado y lodoso

durante el verano

y con polvorientos terrones entumecidos

en el invierno

recuerdo que conduce

al lugar eminente de esta rica comarca


hablo según recuerdo

días dispersos que escapan hacia atrás lejos

hablo de cosas de la tierra y del agua

de imaginaciones del viento

de la gracia y del gozo

hablo de la noche.


2


junto a la roca gris

mora el estanque

verde y vivo de luz del musgo de la piedra

va iluminando el huir de la tarde

insensato narciso invertido

que supone puede dar color

un pájaro invisible

en oscuro follaje

se embriaga con el solo que improvisa

por una misma estrella

el cielo bajo se encapota

con negligentes nubarrones

viene el perfume del hueledenoche


vamos

es la hora.


3


palabra de barro

hilo de agua entre piedras calcinadas

interminable procesión

piernas columnas de alabastro

en la casa del sol

palabra de jade para el ritmo jadeo lunar

afiladas sílabas de obsidiana

encandilado instante

para el latido que aquí corresponda

del insondable corazón de la noche.


4


porque gusté del pan y el vino de la amistad

sobre finos manteles

con refinado gusto ornamentados

o sobre escuetas mesas de palo

o a ras del suelo primigenio

ahora no sé si aquellos congregados

alrededor del fuego de esa casa

están allá al final del camino

como asientan papeles fidedignos

intentando esta voz fragmentada

o soy yo quien espera

definitivo y solo

su procesión de sombras vivas

todavía persiguiendo

su placer su poder sus incontables sueños

el pan el vino y aquel fuego.


5


mandarinas de seda lustrosa flotan sobre lo negro

junto al quinqué acodada sobre el brocal del pozo

tú damisela insomne de terrenal anunciación

sabes que hay un verdoso coralillo imantado

en el lindero oculto de los palos mulato

oh amor incurable menesteroso

lóbrega válvula mitral

la sempiterna estrella tiembla de nuevo en el espejo

de la estancia vacía


gravita el firmamento sobre el agua

viaje a la noche sin regreso.


6


vuelves roja y ardiente luna navegante

pez de lumbre en el agua de tus ojos

desnuda

sólo como tú misma

más allá de los nombres que te velan

por un mojado cielo conversando

de tibia luz o dátiles caídos

al fondo de los ojos mil estrellas

una es todas para mí

porque todas eran ninguna.


7


un hombre está sentado en una silla

en medio de la tarde

despidiéndose de un brazo

que acaban de cortarle

¿quién es este hombre?

¿puede hablársele?

¿por qué está sentado en una silla

en medio de la tarde?

¿es acaso evidente

o demostrable

que esté en verdad despidiéndose de un brazo?

¿no será más bien de algún pariente lejano

que llegó desde tierras remotas a visitarle

y que acaba él sí de ser separado certeramente de su brazo

en otra tarde?

¿cómo podemos estar seguros

que no son un millón de hombres o incontables

sentados en un millón de sillas

en medio de un millón de tardes

despidiéndose de un millón de brazos

que acabarán sin ambages

oh por supuesto tú también noche oscura del alma

por cortarles?


yo no lo sé

ni el bufón ni el ciego con su palo

ni el vendedor con su canasta

pero y ustedes

no me vengan ahora con eso de que son los que están

realmente sentados en sus sillas en medio de sus tardes

despidiéndose de sus amados brazos que a fin de cuentas

ni les cortan ni nada y así qué gracia

oh doncella

mira el crepúsculo cómo desciende turbulento

con sus nubes violáceas sobre la sierra madre

sólo tú entre todas

caminarás mirando la estrella solidaria

mientras repican destempladas a lo lejos

las esquilas de los rebaños que regresan a la majada

tú sola escucharás esta irrefrenable voz diciéndote

que hay un hombre sentado en una silla

en medio de la tarde

despidiéndose

como en los dibujos que hacías

cuando tenías colochos y siete años

de un tren que pasa

rodando lentamente

con sus ventanitas iluminadas

en la negra soledad de la montañas.

Poemas de Ramón Rodríguez IV

El pozo


I


La memoria es a veces transparente

como el agua de un pozo


dentro del agua clara

las cosas reaparecen lentamente


cobrando nueva vida

en su cal apagada


en el fondo del agua una ciudad lejana

se contempla entre musgos sorprendida.


II


La tarde del domingo

pinta de gris las calles

el jardín municipal se llena entonces

de parejas de niños y de globos

una sedante pausa que baja de las nubes

va envolviendo las cosas

con un matiz de rosa sosegado

la tarde del domingo es un remanso

que introduce los rostros y fachadas

en un ritmo apacible

como de un vals de Felipe Villanueva

en el cielo como en dormido estanque

las horas son guijarros sumergidos


la noche es aromática

y está llena de grillos

bajo un farol cualquiera

rezagados noctámbulos

discuten ampliamente las profundas verdades

de un universo en blanco y negro

arriba se dibujan viejas constelaciones

por las desiertas calles doloridas de perros

entre ilusiones rotas y botes de basura

corre un larvado canto de trigos y de ciervos

y aunque nadie lo escucha

adentro de una casa

alguna muchachita sin sueño lo presiente

mientras oye muy lejos el silbato del tren


después seguramente llueve

sólo queda la música monótona

de la lluvia golpeando los tejados

y la grave disputa que sobre geometría

sostienen en silencio la torre y la palmera.


III


Desde esta soledad en que la sueño

amurallado de silencio insomne

(salto hasta el corazón adolescente)

vuelvo a mirar su techo de palomas

y a tocar su cintura de verdes naranjales


cuando el aire tranquilo

bebía la sangre dulce de los cañaverales

sin pensar todavía

ir a correr tras los azahares

entonces nos robábamos las cañas

de góndolas que lentas navegaban

por un río de durmientes

garroteros del viento nos quedaban

el placer en los dientes

y la miel en las manos


pero el agua era mansa

la represa y la curva fueron siempre

magníficos pretextos para olvidar el álgebra

el paisaje tenía

el corazón amargo para la geografía


el toque de las cinco

era en re sostenido

ella y yo nos veíamos y comenzaba el tiempo

cogidos de la mano recorrimos el mundo

más allá de su blanco caserío


juntos nos iniciamos en el hondo misterio

de darse largamente por los poros del alma

la lenta miel oscura del deseo

y el pan de la esperanza.


IV


Parece como si hubiéramos caído

al fondo del espejo

tu mano entre mis manos es reflejo

de nuestra añeja historia

y aunque nos debatimos

en reanudar los hilos de la trama

es inútil y gris

tú viajas hace tiempo en un tren velocísimo

y yo me quedo atrás en el andén desierto

demudado y gesticulante

como un pasajero desesperado.


* * *


Puerta del gozo

lámpara de la tierra

ventana abierta al campo

acoge en tu regazo

esta frágil semilla.

Poemas de Ramón Rodríguez III

Agenda del libertino


Noviembre es un mes festival en todo el valle

ya no llueve en las tardes

y el sol tiñe de luz

las amarillas copas de los árboles

un vientecillo fresco lo saca a uno a la calle

cuando están encendiéndose las luces

a caminar por Insurgentes bajo un cielo incendiado


la inmensa ciudad iluminándose

converge a nuestros pasos

es cuando los bufetes jurídicos los bancos

las oficinas y los almacenes

de los grandes consorcios comerciales

apagan su lámpara de este mundo

el mago del millón de tentáculos detrás de la corona

de anuncios luminosos

baja las cortinas metálicas

enciende sus vitrinas jubilosas

y un mar de humanidad apabullada

inicia su reflujo cotidiano

desparramándose por las barriadas

Roma Narvarte Valle Clavería

que en el curso del tiempo han ido circundando

el corazón de la brillante patria

del dinero

es la hora en que los cafés despiertan

a más ruidosa vida

(mi reino no es de este mundillo)

y niños piojosos pregonan violaciones

asesinatos y negocios

de billones de pesos al pasar


salimos a la calle

regustando el recuerdo

de la colilla que dejamos humeando

en la penumbra de cierta sala

de rojos cortinajes

el remordimiento por la mujer agonizante

en la tina de baño

o el aguijón de la tonada

de un disco de Edith Piaff

salimos a la calle

y atravesamos parques llenos de enamorados

o mercados con ratas y perros nauseabundos

y la soledad nos asalta

a la vuelta de una esquina bulliciosa

se sueña entonces

con una tibia casa que parece aguardarnos

en un país lejano

en apacible noche de diciembre

ha de acoger al hijo pródigo

mientras pequeños copos de nieve

caen frente a las ventanas

y un fuego anaranjado

danza feliz en el hogar

una muchacha canta una canción de Schubert

las criadas retiran el servicio

los niños juegan en la alfombra

grandes y pequeños bostezan y se van a dormir

las brasas parpadean

se encienden y se apagan

y dios es simplemente un niñito feliz


lo demás es sencillo

subir las reiteradas escaleras

encender el hornillo para hacer café

y tenderse en la cama sin quitarse la ropa

escuchando en silencio cómo crece la noche

alrededor del cuarto de azotea


y el borbotar del agua para el café que empieza a hervir.




Apuntes para un blues


I got the weary blues.

Langston Hughes


He caído en el fondo del blues

esta noche

digo

que he caído en el fondo del blues

esta noche


esta vez

necesito cantar

sin reír

y llorar

y decir

que sin ella no puedo vivir

es posible que escriba muy mal

pensaré que escribo una flor natural

esta vez


voy a decir me duele la camisa por su ausencia

mis zapatos sollozan en su rincón doliente

y la boca me sabe a nostalgia o moneda

porque ella se ha ido del mundo de mis manos

porque llueve hace frío

y hay regada en el suelo mucha melancolía

o tal vez por ser lunes

esta noche


es propicia ocasión de llorar

pero desde la infancia

aprendí en estos casos mejor a reír

(también aprendí a multiplicar)

(pero no a dividir)

no podré llorar pues

esta vez


mas como generosa dejara entre mis labios

sus mejores espasmos

hoy le escribo estos versos apropiados

húmedos y agridulces como oreja o ciruela

pero ya no la espero

ingresará de prisa en el pasado

si me pongo a olvidarla con esmero

esta noche


he caído en el fondo del blues

he caído en el fondo del blues.




El viento y el ardor


in ehécatl in chichinaztli.


La nostalgia gotea su largo aceite

pálida gemebunda detrás de tus ojeras

en la noche del gato

¿por qué curva del aire

nieve líquenes polen o misterio

me enajenas aún

y me despiertas a distancia?

Camino por las calles mojadas

de tu barrio elegante

disfrazado de solitario

desciendo al corazón de la noche

en busca de tu imagen

y hallo puertas cerradas

y miro estrellas altas

y al viento galopando como potro salvaje

dos veces dos dos pasos

me invento y te descubro

dos veces dos dos pasos

te invento y me aniquilo

y en un recodo oscuro

me pierdo de vista de mí mismo

definitivamente.




La fogata


A mitad del camino

la corneja había cantado a la derecha

descabalgamos en plena montaña

y alrededor de una fogata

escuchamos la voz resonando

en la oquedad de la noche


las ciudades nacen del mar

extienden por la playa sus largas cabelleras

consteladas de barcos

se tienden a la orilla de los ríos

suben a las mesetas en las latas montañas

o buscan la cálida humedad de los bosques

el amor va tejiendo su manta

y la ciudad florece en cal y cantos

las calles suenan a canción

cuando el herrero forja

y en la madrugada del panadero

las calles saben a mujer a lino

forjan los niños rondas y canciones

las mujeres hilando


pero el arte es divino

y el ciudadano limitado

se van ennegreciendo los muros encalados

la envidia es una fértil veloz enredadera

que empolla sucias larvas

y el mezquino y el pusilánime

socavan los sentimientos

con diminutos dientes afilados

en Babilonia

perdí una novia

en Palenque

la selva en torno espiaba

con mil ojillos de serpiente


he aquí a la tierra esperando la lluvia

sepultando las ruinas en un golfo de olvido

y renaciendo cada primavera

porque ancho e infinito como la tierra es el amor

porque más fuerte

que la muerte

es el amor.