domingo, 11 de noviembre de 2007

LA REINA DEL PLATA, NO SÓLO UNA CARA BONITA

Laura Lobov

Tal vez cualquiera nota que hablar de las actividades culturales en Buenos Aires tendría que empezar exponiendo las dificultades para encontrar espacios alternativos después de Cromañón. Yo prefiero hablar de cómo, a pesar de esas dificultades, las actividades continuaron y los espacios se fueron multiplicando de distintas maneras.

En Buenos Aires hay mucho para ver y para hacer, y dentro de la oferta cultural pueden encontrarse infinidad de propuestas gratuitas o de bajo costo. Me gustaría mostrarles mi ciudad, que hiciéramos un paseo de varios días y noches para recorrer los distintos barrios con sus características y ver los espectáculos que esconden.

Podemos empezar por Corrientes, la avenida que fue famosa por estar siempre despierta y que sigue siendo conocida por sus librerías, teatros y numerosos bares.

En el Centro Cultural Ricardo Rojas se pueden tomar cursos de muchísimas cosas, desde talleres literarios y cursos de guión, pasando por circo, diseño de indumentaria, diseño gráfico, pintura y fotografía. Siempre tiene alguna oferta para ver obras de teatro independiente o danza contemporánea y sus muestras de arte funcionan como un pantallazo de lo que está sucediendo. En estos días, se presenta una selección de los artistas más reconocidos de arte callejero, sus obras son únicas y fueron realizadas para la ocasión en las paredes de un anexo recién inaugurado.

Justo al lado del Rojas, en el cine Cosmos dan películas nuevas que no llegan a las salas comerciales o realizan ciclos de grandes directores; se puede pasar un verano con películas de Herzog o algún ciclo de cine iraní o una tarde de invierno disfrutando la ópera prima de un joven director argentino.

Siempre por Corrientes, pero ahora acercándonos al obelisco, el teatro y centro cultural General San Martín también tiene opciones para todos los gustos. Obras clásicas por reconocidos actores y directores para grandes y para chicos, salas enormes, una fotogalería que funciona como nexo con el edificio del centro cultural. Allí se realiza el ciclo Nuevo, donde todos los viernes y sábados tocan los grupos emergentes de la escena del rock porteña. Cada fin de semana, al caer la tarde, los jóvenes se reúnen en la explanada del centro cultural para conseguir entradas para el show. Con sólo mirarlos uno puede descubrir qué tipo de música va a escuchar más tarde, chicos con rastas y gorritas jamaiquinas si hay reggae, uñas de colores, sacos de peluche y mochilas llenas de pins si es algo pop. Es un conocido lugar de encuentro antes de la salida del fin de semana.

Del otro lado de la avenida, en el Centro Cultural de la Cooperación, inaugurado hace pocos años, se puede ver teatro, presentaciones de libros, mesas redondas de literatura y espectáculos musicales variados: jazz, rock y tango se dan cita en las distintas salas. A la salida de los espectáculos, no puede faltar un chocolate con churros en la Giralda, uno de los pocos bares de la zona que conserva su aspecto original, o una pizza en Guerrin, al paso en el mostrador o acompañada por una cerveza helada en una de sus mesas.

En San Telmo tenemos dos recorridos posibles según el momento del día. El domingo, desde la mañana, la feria de antigüedades nuclea a artesanos, artistas callejeros y músicos. Hay bailarines excepcionales en las calles, orquestas que tocan en la vereda con piano y todo, hay tango, tango y tango por donde se mire. Como si brotara de esas callecitas empedradas, suena en los negocios, en los bares, en el aire. Algunos locales se erigen en antiguos conventillos del barrio, allí se pueden comprar antigüedades valiosas pero también curiosidades y recuerdos por poco dinero: fotos viejas, antiguos afiches de publicidades, sifones, guantes y vestidos de épocas lejanas.

Por la noche, la oferta se inclina a lo musical. Hay recitales más masivos en La Trastienda, donde tocan grupos de culto de distintos lugares del mundo y siempre hay algo que vale la pena descubrir. Lo más under se puede escuchar en los bares y barcitos que inundan San Telmo. En esta cuadra toca un cantautor con su guitarra, en la otra un grupo de covers de los Beatles, más allá una banda de rock. Y en ese barcito minúsculo con la persiana cerrada que queda un poco más lejos están leyendo poesía. Sí, es sábado y ya son más de las 12 de la noche, pero en La Cubana, la gente se hace chiquitita, comparte sillas o se sienta en el suelo para tomar un mojito y escuchar a los poetas que se suben al escenario a leer sus textos. Lo mismo ocurre en LeGuacamayo, caminando unas pocas cuadras, en una casa vieja con ambientes grandes donde se suceden los ciclos de poesía, música y performances.

Desde hace algunos años, en el barrio del Abasto, comenzaron a abrirse varias salas de teatro independiente, la mayoría son pequeñas y cálidas con propuestas variadas donde se destacan autores jóvenes e innovadores. Podríamos decir que lo mejor del nuevo teatro argentino ocurre en esas calles poco iluminadas, a metros de los restaurants peruanos donde se mezclan público, actores y los habituales parroquianos una vez terminada la función.

No muy lejos de allí, en Palermo, no todo son restaurantes y negocios de ropa. O sí, pero varios cuentan con un espacio para exponer obras de arte. El nuevo local de Levis, la antesala de la Papelera Palermo y el espacio de arte de Juana de Arco le agregan un plus a la salida de consumo. Además, una vez al año, la plaza del barrio se convierte en un gran festival, el Buendía, que ya es un símbolo de la zona. Desde temprano y hasta el anochecer, distintas bandas se presentan en el escenario, los sellos discográficos muestran sus productos, los diseñadores de indumentaria llenan la plaza con sus stands. En un costado, bajo la sombra de los árboles, la mesa de las pequeñas editoriales independientes que intentan hacerse ver entre la multitud de paseantes. Algún libro se vende, pero como en cualquier parte, siempre tienen más éxito los bolsos y las playeras. De todas maneras, siempre es un buen lugar para intercambiar novedades, mostrar lo que se hace y ponerse al tanto de lo que está pasando en el momento, tanto en la música como en las publicaciones.

Por Honduras, una calle donde las copas de los árboles se tocan formando una especie de túnel natural, llegamos a la Casa de la Poesía. La antigua casa de Evaristo Carriego aún conserva algunos de sus muebles y su piano, pero lo más importante no es eso. Durante el día, la Casa funciona como biblioteca y, a partir del atardecer, se dictan talleres de traducción, de escritura y hay ciclos de lectura que convocan a poetas extranjeros y argentinos. Es un lugar perfecto para escuchar, su piso de madera, los libros viejos en las bibliotecas que llegan hasta el techo y las sillas dispuestas cerca de los poetas hacen que el público se sienta cómodo, lejos de lo académico, como en un living. También funciona como una de las sedes del Festival de Poesía Salida al Mar, que se realiza una vez al año en Buenos Aires y en el que participan poetas de toda América Latina. El festival, donde se realizan lecturas, mesas redondas, talleres y feria de editoriales independientes, es un lugar fundamental para intercambiar textos y conocer gente de otros países que se encuentra en una situación similar. Ahí es donde vemos que no estamos tan solos, hay más que editan libros sin recursos, arman una revista sin publicidad, o intentan dar a conocer su obra o la de otros con su voluntad como único respaldo.

Es imposible dar cuenta de todo lo que hay para hacer, faltan aquellos lugares que sólo se conocen boca a boca, esos en los que hay que golpear una puerta que parece la de una casa, pero que esconde un festival de cortos o un recital o un dj. Y los ciclos de poesía en la parte de atrás de un bar perdido en la ciudad, y las muestras de fotos en una terraza, todas aquellas cosas que suceden por única vez, que sólo se pueden ver estando ahí y que son una muestra de que cuando hay ganas lo demás no importa.

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